¿Qué pasaría si te enteraras de que una de tus amigas o de tus hijas está luchando con atracción hacia el mismo sexo? ¿Qué pasaría si tu hija, criada en un hogar cristiano, regresa de la universidad radicalizada por la comunidad LGBTQ? ¿Qué pasaría si ella se identificara como pansexual y te dice en términos inequívocos que es a su manera o nada? ¿Qué pasa si descubres que tu hija más obediente y fiel, la que nunca te preocupó con relaciones con los chicos, o las drogas, o malas decisiones, ha estado luchando con la atracción hacia el mismo sexo desde que tenía 12 años?
Es profundamente aterrador cuando un hijo al que amaste, criaste, y por el que oraste diariamente deja la fe y, con ella, la protección de Dios. Puede ser vergonzoso admitir ante otros en tu iglesia que estás dividida entre tu fe y tu hijo, y que temes perder a uno por el otro.
Pudieras sentirte insegura de pedir la ayuda de tus pastores y ancianos con cosas que te separan de otros en formas dolorosas. Pudieras sentirte celosa, o enojada, o profundamente deprimida de que mientras tus amigas en la iglesia están planeando las bodas de sus hijos creyentes, tú estás luchando con la posibilidad de asistir a la boda gay de tu pródigo.
Si estos son tus sentimientos y preocupaciones, anímate. El Señor está cerca.
Tal vez sientas la carga de otros en tu iglesia que luchan con la atracción por personas del mismo sexo y son miembros fieles de tu iglesia, que abandonan el pecado y viven en castidad, pero aún se sienten divididos entre la cultura de la iglesia y la cultura del mundo.
Si estás luchando con la atracción por el mismo sexo a la manera de Dios, abandonando el pecado, y aprovechando profundamente los medios de gracia, entonces eres un héroe de la fe. Nada menos.
Puedes sentir que todo lo que hacen tus amigos cristianos es argumentar en contra de la homosexualidad, declarándola una elección, una mala elección, y exigiendo que los verdaderos creyentes no tengan esa lucha. Puedes estar harta y cansada de escuchar “argumentos en contra” de algo y tener hambre del Jesús que argumenta a favor de las personas y que llama y promete consuelo para los heridos.
O quizás eres alguien que también lucha con la atracción por el mismo sexo. Sin embargo, permaneces en silencio y las cosas odiosas que dice la gente en tu iglesia te hacen más silente cada día. Tu vergüenza puede aumentar en la medida que te dices a ti misma: “Si tan solo supieran cómo me siento y cómo me esfuerzo, me echarán de aquí para siempre”. Tal vez te preguntes si alguna vez escucharás estas palabras de Jesús en tiempo real: “Vengan a Mí, todos los que están cansados y cargados, y Yo los haré descansar. Tomen Mi yugo sobre ustedes y aprendan de Mí, que Yo soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para sus almas. Porque Mi yugo es fácil y Mi carga ligera” (Mt. 11:28-30).
Esta es una realidad dolorosa para muchas hermanas en la iglesia. Si eres alguien que lucha con la atracción por el mismo sexo a la manera de Dios, abandonando el pecado, y aprovechando profundamente los medios de la gracia, entonces eres un héroe de la fe. Nada menos.
Si esta es tu carga, entonces la Biblia tiene la respuesta: la práctica de la hospitalidad diaria, normal y radical.
Hospitalidad diaria para aquellos con luchas sexuales
¿Por dónde empezar? Como comunidad de la iglesia, designa una casa donde vivan miembros de la iglesia y donde las personas puedan reunirse diariamente. Sí, dije a diario, y no solo por invitación. Conviértelo en un lugar donde el día se cierra con una comida para todos, y con la lectura de la Biblia y oración, y donde se invita a los incrédulos a escuchar las palabras de gracia y salvación, donde los niños de todas las edades son bienvenidos, y donde los incrédulos y los creyentes parten el pan.
Esta es la mejor manera que conozco para evangelizar a tus vecinos LGBTQ y a todos los demás. Vivir en comunidad como cristianos creyentes en la Biblia que se cuidan en cuerpo y alma. Para vivir abiertamente, de tal manera que se conozcan lo suficientemente bien como para conocer los patrones de pecado y las tentaciones de cada uno. Ser una comunidad donde todos se arrepientan de algo todo el tiempo. Ser una comunidad donde Cristo pueda venir, comer, lavarse los pies y recostar la cabeza. Ser una comunidad donde se tienen conversaciones difíciles entre una sopa caliente y pan fresco.
Verás, dos horas un domingo por la mañana y dos horas en un grupo pequeño el martes por la noche no es suficiente. Dios te ama tanto que quiere que vivas 24/7 como un seguidor de Cristo, haciendo la voluntad de Dios desde el corazón y el hogar.
Tal vez esto parezca una utopía. Tal vez lo sea.
Pero este es el tipo de casa en la que vi por primera vez el evangelio vivido y amado.
Y, por la gracia de Dios, esta es la clase de casa en la que vivo ahora. La mejor forma de evangelizar a tus vecinos LGBTQ es estar al tanto de la guerra cultural y permanecer en medio de esa guerra. Y la manera de hacerlo es al practicar diariamente la hospitalidad ordinaria y radical.
Amistades reales para necesidades reales
En una cultura de hospitalidad bíblica desarrollamos verdaderas amistades.
Hablamos de nuestras diferencias como adultos, y podemos entender el punto de vista de los demás incluso si no lo compartimos. Entendemos por qué las personas que no pueden tener la paz eterna son obligadas a acumular derechos y privilegios para compensar esa ausencia de paz. Sabemos que la acumulación de derechos y privilegios causa gran ansiedad dentro de la comunidad LGBTQ, especialmente cuando estás ganando.
Dios te ama tanto que quiere que vivas 24/7 como un seguidor de Cristo, haciendo la voluntad de Dios desde el corazón y el hogar.
El golpe de potencialmente perder lo que tienes es mucho más grande que nunca haber tenido nada. Sin el control y equilibrio que ofrece el evangelio sobre las cosas de este mundo, en un nanosegundo quedas envuelto en ansiedad.
Cuando nos encontramos con una vecina que se identifica dentro del espectro de la vida y la identidad LGBTQ, no suponemos que sea sexualmente activa. Ella puede serlo, pero el celibato es alto en la comunidad lesbiana. Así que nos comprometemos a escuchar y a tratar a cada persona que conocemos como un individuo.
Entendemos que los pecados de identidad son profundos y duros.
Cristo ama mejor
¿Cómo evangelizamos a nuestros vecinos LGBTQ? Les recordamos que solo el amor de Cristo es perfecto. No así el amor de nuestros cónyuges o parejas. Solo Cristo nos ama mejor: tomó todos nuestros pecados, murió en nuestro lugar al cargar la ira de Dios, y resucitó victorioso de entre los muertos.
Y sí, Cristo nos llama a ser ciudadanos de un mundo nuevo, bajo su señorío, bajo su protección, bajo su ley. El pecado original explica por qué algunos luchan con la atracción por el mismo sexo inclusive desde el día en que recuerdan sentirse atraídos por algo. Sabemos que todos nacimos en el pecado original y que esto determina nuestros deseos más profundos. En la medida en la que crecemos en Cristo, ganamos la victoria sobre la acción de nuestro pecado, pero nuestros deseos pecaminosos no desaparecen hasta que estemos en gloria.
Nos levantamos solo en el Cristo resucitado, en su justicia, no en la nuestra. Pero somos llamados, por el Dios que nos ama lo suficiente como para morir por nosotros y vivir por nosotros, para que llevemos nuestra cruz, nos arrepentimos del pecado, y lo sigamos. Los cristianos saben que las cruces no son maldiciones, no para el creyente.
Y Cristo pone a los solitarios en familias (Sal. 68:6), y nos llama a vivir en una nueva familia de elección: la familia de Dios.
Así que evangelizamos a la familia LGBTQ al vivir de manera diferente a los demás, al vivir sin egoísmo ni engaño. Nos decimos la promesa que se encuentra en Marcos 10:28-30, esa promesa que es cien veces mayor, y confirmamos su verdad en nuestros hogares:
“Entonces Pedro comenzó a decir a Jesús: ‘Nosotros lo hemos dejado todo y Te hemos seguido’. Jesús respondió: ‘En verdad les digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o madre, o padre, o hijos o tierras por causa de Mí y por causa del evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este tiempo: casas, y hermanos, y hermanas, y madres, e hijos, y tierras junto con persecuciones; y en el siglo venidero, la vida eterna. Pero muchos primeros serán últimos, y los últimos, primeros'”, Marcos 10:28-30.
Recibe cien veces más.
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